Fundamento

Las desigualdades entre varones y mujeres es una realidad a nivel global que atraviesa todos los ciclos de la vida.

Tal como indica Naciones Unidas es imprescindible trabajar para alcanzar la igualdad de género (Objetivo de Desarrollo Sostenible Número 5), porque las mujeres representan más de la mitad de la población y por lo tanto, la mitad de su potencial que si se excluye e impide su desarrollo provoca estancamiento al progreso social.

En tal sentido, es fundamental trabajar en el empoderamiento de mujeres y niñas para impulsar el crecimiento económico y promover el desarrollo social.

La plena participación de las mujeres en la fuerza de trabajo añadiría puntos porcentuales a la mayoría de las tasas de crecimiento nacional.

Una mayor participación de las mujeres en la actividad laboral puede impulsar el ritmo de incremento del Producto Interno Bruto (PIB), elevar el crecimiento potencial y compensar la caída de la población económicamente activa, tal como señala un estudio de la consultora McKinsey.

Sin embargo, en el contexto actual las desigualdades de género provocan estancamiento al progreso social.

En Argentina los hogares con jefatura femenina representan el 34% representando a más de 4.200.000 mujeres que se sustentan a sus familias con sus ingresos, de acuerdo al Censo 2010 realizado por el INDEC.

El empleo informal y precarizado es uno de ellos, lo cual conlleva a mucha inestabilidad y bajos salarios, el trabajo domestico remunerado y la actividad cuentapropista son algunos de los segmentos donde las fuerza laboral femenina se encuentra más representada. (CEPAL: 2016).

En este escenario consideramos que la actividad emprendedora es una posibilidad certera para potenciar las habilidades y capacidades que le permitan generación de ingresos, independencia para su sustentabilidad, autonomía económica y autonomía en la toma de decisiones.

Existe un elemento significativo que no podemos desconocer, el 35% de las mujeres a nivel mundial han sufrido violencia física y/o sexual en manos de sus parejas mayoritariamente. (ONU; 2015). Esto necesita un abordaje prioritario ya que la violencia atenta contra la salud psicofísica de las mujeres, su desarrollo personal, laboral, social y político.

En la actualidad la participación femenina en los altos mandos de las organizaciones en Argentina se refleja en un 20%. La desigualdad en las oportunidades de ascenso en las empresas se debe, en parte, por la cultura patriarcal que no empatiza con la necesidad de planificación de carrera a partir de entender la realidad personal de las colaboradoras.

Los denominados techos de cristal (limitantes que interpone el contexto), como el techo de cemento (limitantes personales), provocan el poco desarrollo de las mujeres en las organizaciones. Aunque el 60% de los graduados universitarios son mujeres, todavía se convierte en desafío su desarrollo profesional. Esta se convierte en una de las causas por el que cada vez más mujeres comienzan a emprender su propio negocio.